Los arocónticos surgieron durante el siglo I y II en el Imperio Romano. Se consideraban a sí mismos crsitianos, pero las diferencias con éstos eran significativas. Consideraban que el mundo no había sido creado por Dios, sino por un conjunto de espíritus planetarios llamados Arcontes o Logos Menores. Se trataba pues de poderes sobrenaturales de jerarquía intermedia que mediaban entre Dios y los hombres. Estos podían ser, en ocasiones, demoníacos.